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Mi LIBRO: Capítulo 1

21/4/2018

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Aunque no haya pasado mucho tiempo, no lo suficiente para el olvido, os relataré una historia sobre mi imaginación y mi creatividad, y su conjugación. Se trata de un pedazo de mi al igual que todos mis proyectos, una proyección de mi alma, sin duda.
​

Tiempo ha, un día cualquiera en mi infancia, en lo que era la escuela de conocimientos, en el curso de ''Arquetipos básicos para generar preceptos'', lo que se denominaría ahora como Primaria, fue un día algo distinto, y ahora os narraré el porqué.

Era un día soleado, el sol destacaba sobre las largas nubes pero a la vez escasas, se podría decir que hacia un buen día. Recuerdo que era primavera, cuando las hojas de los árboles crecen y cuando los arbustos y plantas crecen y florecen para su reproducción. Pero sin embargo yo no me fijaba apenas en sus motivos ni menos en sus causas, para entonces yo me trataba de una alma inocente en un mundo de personas con motivos.

Transcurrió un día normal, las clases como de costumbre solían presentarse me como rutinas fogosas pero a la vez pesadas y monótonas, y yo como de costumbre utilizaba mi razón para desconectar y pasar el tiempo con pasatiempos más entretenidos a mi parecer. Aunque lo hacía a menudo nunca gastaba todo el tiempo, pues me gustaba mantener un hilo en las enseñanzas que me impartían pues me podrían ayudar en un futuro, sino no tendría lógica alguna que me lo enseñaran ni que menos mis antepasados hubiesen luchado para que yo tuviera una enseñanza digna.

Transcurrían las cuatro de la tarde, un poco más tarde, estábamos en doctrina de matemáticas, y yo que se me daban bien las operaciones mentales estaba un tanto desconectado, más de lo normal. Las mesas de alumnos estaban organizadas de dos en dos, y yo me sentaba con un compañero llamado Tobías, yo a la izquierda y el a la derecha. Entonces mantuve una conversación con los compañeros de delante de mí:

  • Quien dibuja el animal más realista de todos, será el reto de esta clase, de acuerdo? -dijo el compañero de delante a la derecha, llamado José.
  • Yo dibujaré un leopardo – dijo mi compañero Tobias -.
  • Yo haré un gato – dijo Jesús, el compañero de delante a la mesa de la derecha -.
  • Yo dibujaré un pájaro – dijo Juan, el compañero de la mesa de delante a la izquierda -.
  • Ya veréis el mío, es original, ya veréis. - dije - .
  • De acuerdo no nos asustes . -dijo Juan-.
  • Buuuu! - hizo José -.
Juan se asustó y pegó un salto de la silla, los demás no reímos sin dudarlo ni un segundo. La profesora de matemáticas nos avisó:

  • Estad atentos a la lección.
Nosotros como de costumbre hicimos una breve pausa a nuestros proyectos y decidimos prestar atención a la lección, pues era lo normal. Sin embargo pocos minutos después reanudamos nuestras obras pictóricas, como teníamos planeado. Yo ya tenía la idea en mente, iba a dibujar una tortuga, y la iba a dibujar de perfil, para que se la viese erguida y mirando hacia un horizonte ficticio que traspasara el papel de las hojas donde iba a plasmarla .

La faena fue un tanto ardua, viendo lo perfeccionista que llegaba a ser con mis proyectos que tenían importancia para mí. La tortuga con el tiempo empezaba a coger forma, primero la concha, con sus pequeños detalles, y poco a poco, puliéndolos para que fuera más realista, y luego la tortuga en sí con la cabeza erguida mirando hacia el horizonte, con sus patas con las pezuñas y su cola.

Al cuarto de hora de finalizar la clase todos nos mostramos nuestras creaciones, para juzgar cual había quedado mejor. Tobias enseñó su leopardo primero.

  • Guau, ha quedado genial. -dijo Juan -.
  • Parece un gato salvaje . - dije yo -.
  • De hecho los leopardos y los gatos son de la misma familia, los felinos. Entonces es normal que se parezcan. - dijo Tobias -.

Poco después de que diésemos nuestras opiniones sobre lo que parecía un leopardo, Jesús nos enseñó el dibujo de su gato.

  • La verdad es que solo se parece en forma .- dijo Juan -. La cara está un poco fallida, parece algo triste.
  • Es que así tienen la cara los gatos, como entristecida, y creo que es para que no se toquen con los bigotes que tienen. - dijo Jesús - .
Juan nos enseñó el dibujo de su pájaro, se trataba de un tucán, la verdad es que nos sorprendió bastante pues no era algo normal de ver, estaba bien logrado, sobretodo su pico. A todos nos pareció probablemente el más realista, pero sin embargo aún faltaba por enseñar mí creación, la tortuga. Se lo enseñé a los compañeros que estábamos reunidos como conspiradores, disimulando mientras transcurría la clase.


  • Es bonita .- dijo Jesús -.
  • Veo que te has esmerado con la concha, parece una cenefa .- dijo Tobias -.
El juicio entre cual fuera mejor, más realista estaba reñido entre mi tortuga y el tucán de Juan. Jesús y Tobias no querían forzarse a dar una opinión final, pues ambas la verdad es que estaban bastante logradas. Entre Juan y yo hubo un discusión, pues los dos éramos bastante competitivos.

  • Los dos están bastante bien, parecen realistas ambos. - dijo Tobias -.
  • No puedo decantarme por ninguno de los dos . - dijo Jesús -.
  • Pero teneos que decidiros por uno de los dos, no pueden ser iguales. - dije yo -.
  • Eso, eso . - dijo Juan -.
  • Pues entonces decidid-lo entre vosotros, que ambos votáis por los vuestros . - dijo Tobias -.
Y así iniciamos una discusión intensa, para ver cual de los dos era el mejor definitivamente. Y finalmente decidimos que no estaban tan mal los dos, pero Juan no quería acabar en empate, cosa que yo insinuaba continuamente, pues solo se trataba de un mero juego. El debate empezó a intensificarse.

  • Si quieres que admita que el tuyo es mejor escribiré en el mío ''Juan es tonto''. - dije -.
  • Venga, adelante. Hazlo, hazlo . - dijo Juan -.
  • Y como me fuerces a admitir que el tuyo es mejor, lo colgaré en un sitio público para que todo el mundo lo vea. - dije con cierto enfado en el tono de voz -.
  • No tienes valor a hacerlo, no te atreverás. - dijo Juan -.
  • Ya te digo yo que sí que tengo valor de hacerlo.
Y allí terminó la conversación. Terminó poco después la clase y todos nos fuimos a nuestras respectivas casas, excepto yo, que tenía una deber que cumplir. Me habían puesto a prueba y tenía que demostrar mi valía.

Me dispuse a ir a la biblioteca para una vez llegara allí colgarlo sin dudarlo, pues una prueba es una prueba, y hay que pasar por el aro de fuego si se te tienta y no puede tener consecuencias o el que las sufriría no le importaba. Así que fui.

Llegué al recinto de la biblioteca, había un muro pequeño que la rodeaba con una puerta, entré, más adelante había la biblioteca, el edificio en sí. Una entrada al edificio de los libros quedaba a la izquierda mío, pero no quería ser descarado, y me dispuse a colgarlo en la parte exterior de la dicha, justo al lado de la entrada. Saqué el papel con el dibujo de mi mochila y seguidamente le enganché dos tiras de cinta adhesiva, una en el dorso superior y otra en el inferior, y lo colgué. Como yo lo veía un poco como un acto vergonzoso, al haberlo colgado me dispuse rápidamente a abandonar el recinto, sin mirar atrás, y me fui a mi casa, la cual no quedaba muy lejos de allí.
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Al llegar a casa los pensamientos de haber hecho o no hecho lo correcto me rondaban la mente turbiamente, creándome un pensamiento de confusión en verso al acto que acababa de cometer. Para no ahogarme en dichos pensamientos me dije ''Debería entretenerme de alguna manera.'' y así lo hice. Subí al piso superior donde me esperaba un ordenador que sacaría mi sed de tranquilidad y calmaría mi ansiedad, me senté en la silla que había enfrente, lo encendí y me dispuse a jugar.
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Pasó el tiempo, y yo me mantuve ciego en cuanto a lo que me rondaba por la mente, el aparejo electrónica cumplía la función sin duda alguna, pero fui interrumpido. Entró mi madre por la puerta de la habitación súbitamente con cierta expresión de ira en su cara.

  • ¿ Has sido tú el que ha colgado el cartel con el dibujo en la biblioteca sobre Juan?
  • Sí, ¿Porqué?
  • Es un acto muy feo, y encima alguien lo ha movido y se encontraba en el campo de fútbol la última vez que lo vieron.
  • Pero mamá, él me incitó a hacerlo.
  • No me sirven estas excusas, lo hecho hecho está. Deja lo que estás haciendo y vayamos a pedirle perdón, tanto a él como a su familia.
  • Pero él me incito, mamá...
  • Ni hostias ni leches, haz lo dicho, que es tu deber.
Y así fue, bajamos las escaleras y cogimos las chaquetas que había en el perchero y nos dispusimos a irnos. Salimos de casa y entramos en el coche, me puse de copiloto. Mi madre encendió el vehículo y salió del aparcamiento. Ahora con un tono más tranquilizador y acogedor me preguntó:

  • ¿Pero realmente porqué lo has hecho Hipócrito?
  • Porque él me amenazó a hacerlo. Él quería que yo admitiese que su dibujo era mejor que el mío, y los otros jueces nos hicieron quedar en tablas, y él no quería un empate, así que le amenacé de que si quería que admitiese que el suyo era mejor pondría que él era tonto y lo colgaría, y el me incitó a hacerlo diciéndome de que no me atrevería. Yo sí que me atrevo mamá.
  • No, si ya lo he visto... en fin. Igualmente le vas a tener que pedir perdón, pues se trata de un acto muy feo.
  • De acuerdo mamá.... No lo volveré a hacer.
  • Así me gusta hijo mío.
Estaba lloviendo fuertemente y la calidez de la calefacción del coche era tranquilizadora. El camino se me hizo realmente corto. Llegamos y nos dispusimos a entrar al edificio en que vivía Juan, era un bloque de pisos. Mi madre llamó al timbre y habló con sus padres, quienes nos dejaron pasar. El camino hasta el ascensor fue silencioso, no tenía nada que aportar, me hallaba arrepentido en parte y ciertamente reflexivo. Subimos hasta el tercer piso y llamamos al piso dónde él vivía, el tercero segundo. Nos abrieron sus padres. Juan vino y se hallaba detrás de sus padres, entre los dos admirando la escena con una cara de curiosidad. Me disculpé y poco más, se me hacía muy incómodo tener que hacerlo pues sabía que en el fondo tenía la razón...

Volvimos a casa, y la tarde se me hizo eterna aunque la pasé leyendo un libro de miedo para adolescentes corto que tenía y lo hizo más llevadero, aún le seguía dando vueltas a la cuestión, pues me hallaba confundido, pero sabía que tenía razón.

A la hora de cenar ya estábamos todos, mi padre, mi hermana y mi madre, y salió el tema en cuestión, el del cartel que había colgado. Mi madre con mi ayuda le contó exactamente qué había ocurrido, y que habíamos ido a disculparnos a casa de los afectados. Mi padre me miró con ciertamente extrañado de que yo hubiera hecho dicho acto, pero con una voz compasiva me dijo tranquilamente:

- Hijo mío, hacer ésto no estuvo bien, y espero que te hayas dado cuenta, así que nunca hagas aquello que no te gustaría que te hiciesen.
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